19 abr 2008

Sueños y pasteles (extracto)


La época de animales de afilados colmillos y gruesas capas de piel había llegado a su fin. Hace millones de años, quien sabe. Solo estamos tú y yo frente al acantilado de los deseos; rojizo, seco, y profundo como mis desvaríos en el tiempo. Observando el atardecer, tomados de manos y cosidos de labios. De miedo a las alturas solo tu mano me ofrece valentía, demasiado cerca del borde para sentirme cómodo. Tú en cambio te caracterizas por ese arrojo típico de algunos adolescentes. Liberal y tripartita te divides en las mujeres que amo, una más dominante que las otras. La diplomática y de pocas palabras. La adicta de los momentos de placer, curiosa e introvertida. Y finalmente la que se parece a tu madre, hace la cena, y lee un libro de autoayuda antes de dormir sin siquiera dirigirme una palabra. Todas unidas en un solo ser, solapadas entre sí. Yo en cambio siempre he sido aburrido y sin sentido. De nada que hacer los fines de semana. De escuchar las tonterías del presidente de turno así como de despertarme temprano y ver las noticias. De no preocuparme por la inseguridad, igual no tengo nada que perder. De querer ser perfeccionista pero reprimir el deseo siendo la persona mas torpe en el alrededor. De ser inseguro y un poco envidioso. Un retrato poco estimulante de mi adolescencia.

Hoy soñé que estabas junto a mí.

Y en el sueño me atrevo a abrazarte, puedo decir todo lo que no siento por ti. Y aun en sueños me rechazas y no te ves muy convencida, lo que es un poco triste. Es mi sueño, deberías corresponder a mis palabras. Sonreír y acercarte a mi rostro, acariciarlo con tus manos suaves. Las caricias nunca sucedieron, solo me dices algo al oído y te marchas dejándome con un indescriptible sentimiento de soledad, de querer vivir en sueños. Con una rabia inmensa tomo un trozo del pastel que trajiste y lo tiro a la basura, en mis sueños comer pastel es un delito. Al igual que es delito tratar de olvidarte. No te preocupes, el resto del pastel sirve para esparcir mi ira, para realizar una decadente actuación de frustración dedicada a tu desamor. Escribir en crema tu nombre por las paredes de mi habitación es una terapia que, quizá no muy bien recibida por otros, es reconfortante para mí, para tu recuerdo, y para tu madre que heredó esa maravillosa cualidad de la pastelería


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