18 nov 2009

Acciones Decisivas

El ser derribado en el océano enfilaba el rostro al cielo. Mantenía los puños cerrados, descansando su espalda en la profundidad de las aguas, su torso podía ser divisado desde las costas Japonesas, sus hombros desde la Costa de Marfil. Sus brazos abiertos daban la vuelta al mundo, y sus manos se apoyaban en las montañas más alejadas de diferentes latitudes. Su corazón apenas latía desde el principio de los tiempos, las marea mas alta de cada década lograba cubrir gran parte de su cuerpo, a excepción de la alargada protuberancia que nacía de su frente. Sus contracciones esporádicas hacían temblar la tierra en parajes opuestos del planeta. Cuando despertaba el furor de sus parpados provocaba tornados. Con un ojo veía ocultar el sol, y con el otro lo veía nacer.

Las multitudes se reunían en sus respectivos puertos, para admirar el propio desconocimiento, la propia ignorancia. Regocijarse en esperar de tiempo en tiempo que el invasor, el padre, el que siempre ha estado abriera los ojos. En busca de salvación, de cumplir sus propios deseos observan como sus manos se elevaban rozando la luna, tomándola entre sus dedos con el único propósito de cambiar las mareas, mostrar su lado oculto, realizar sus caprichos, impresionando a la humanidad entera.

No piensa, su existencia trasciende la de todos los humanos. No está regido por el tiempo, ni por sensaciones. Vive de acciones, de elecciones, y eligió estar en los mares desde el mismo principio. No vino de otro planeta, no creció, no comió ballenas hasta alcanzar su tamaño actual. Simplemente sus deseos fueron más allá de la muerte. Su afición por el cielo, ver el sol rondar día tras día. Respirar, vivir, ajeno a las preocupaciones de sus fieles y detractores. Vivir con sus cinco sentidos atentos. Recorrer el agua, saber de dónde proviene cada partícula, cada estrella, cada galaxia y su traslación. Cada remordimiento del hombre, cada decisión mal tomada, cada arrepentimiento hasta este punto.

Y estaba ahí, para dar esa lección. Sin palabras. El único de su clase que ha ido más allá, impulsado en un principio por conocerlo todo, por verlo todo. Por sentirlo todo. Por viajar en el tiempo y observar el movimiento de continentes, la evolución de sus compañeros marinos, el banco de coral que se fundó en sus costados y poco a poco lo convierte en roca. Es el destino, la elección, el desconcierto. Mira a los humanos con envidia, palpa sus dedos en busca de alguna sensación, del secreto del hombre; el secreto y la propia inconformidad que de ahí nace. Escucha su corazón atentamente, suspira confundido, mientras la multitud exige conocer el secreto.

Demandan que el ser finalmente se levante, que se pose sobre la tierra en un último acto de destrucción, que recorra los polos ocasionando inundaciones y maremotos. Detenerse sobre la cima más alta y derribarla hasta el fondo, borrar los símbolos de la humanidad, las huellas del hombre, su polución. Crear una nueva raza de seres similares, extrasensoriales. Sin conciencia, sin individualismos, sin el deseo de propagarse, sin dioses paganos. La vida se había acabado tiempo atrás, y solo la muerte regocijaba el corazón de unos pocos.

5 nov 2009

Refugio


Imagino la rama de un árbol, extendiéndose

Alcanzando el cielo

Abrazándolo


Imagino mil ramas

Extendiéndose

Intentando abrazar el cielo


Imagino mis brazos

Abriéndose camino

Alrededor de tus hombros.


Refugio


Imagino tu cabello en picada

Desde la atmosfera

Volando y acelerando

Persiguiendo su olor, su textura.


Imagino las raíces

Entre las rocas

Entre acueductos y cimientos


Imagino mis manos apartando la multitud

Los objetos

Los vicios.

Solo para alcanzarte.


Imagino un escudo

Un hogar donde morir

Hecho de madera y piedra

Sin cimientos o acueductos.


E Imagino vivir bajo un árbol

Sin comer, sin dormir

Sin pensar.

Anulando el tiempo


Viviendo una y otra vez

La misma tarde

La misma tarde

El mismo atardecer


El mismo viaje

El mismo camino

Mi refugio en tus brazos

Tu refugio en los míos.