10 feb 2008

Black Suit

Recuerdo la primera vez que vi tu espalda desnuda. En ese sofá de cuero marrón de aquel hotel en la playa, me dijiste –no seas necio, es que tengo calor y no hay aire acondicionado- además de que te cubrías de más y no podía ver nada en absoluto, solo esa espalda acanalada que me trae escalofríos. En aquel momento moría por saltarte encima, tomarte por el cuello y preguntarte a gritos -¿Qué es lo que quieres de mi? ¡Soy hombre por Dios santo!- En fin, no sabía nuestra situación, no sabia si solo éramos amigos que se besaban ocasionalmente, compañeros de trabajo abusando de la tarjeta de crédito de la compañía, amantes, marido y mujer, no lo sabia. Solo sé que te encanta provocarme. Te quitabas la parte de arriba del bikini cuando te daba la gana como si estuviésemos en Europa o algo así, en Ibiza -Andrés, mi sueño es ir a Ibiza- yo cegado de los celos te decía – coño los tipos te están viendo mucho- tu contestabas ofendida –bueno que vean y sientan envidia de ti- y me recostabas las tetas, entre otras cosas. Pero -¿cómo sentir envidia si solo veo igual que ellos?- tu en mi cabeza respondías –haz visto mucho mas que muchos otros, no te quejes querido amigo- y hacías énfasis en Amigo.

Nunca te he tocado más allá de un abrazo cordial en la oficina y un beso en el cachete frente a Oliver, el vicepresidente de la compañía, tu marido. Quizá me seducías y yo de imbecil nunca lo noté como siempre, o solo estabas aburrida y disfrutabas al ver mi cara de idiota cuando trataba de ver un poco más allá, descubriendo tus 1.69 metros de pies a cabeza, tus 3/4 en Levis, tu 6 y medio en tacones y 6 en tenis, tus 32c completamente naturales, tus lentes para leer, tu posición fetal para dormir bastante extraña, por cierto, con una almohada entre tus piernas mientras yo te observaba como si nada, no hacías ni un solo movimiento y a la mañana siguiente la almohada amanecía al otro lado de la habitación, en el suelo. Tu traje negro ejecutivo que usabas para todas las reuniones de trabajo, sensual siempre conseguías lo que querías, una licitación, un proyecto, una extensión del mismo, sabias lo que necesitabas y como obtenerlo. Siento que con cada vez que lo usabas la falda se reducía un poco mas tentando a los viejos verdes de la empresa que no pasaban una oportunidad para invitarte un café o quien sabe que, a lo que tu solo respondías con esa mirada de nunca en la vida jefe. Recuerdo que después de los viajes siempre me jodian en la oficina -¡Pajuo! ¿cómo no le hiciste nada a esa mami?- yo simplemente no contestaba, no hacia nada porque te quería, y no quería caer en el mismo juego de todos los idiotas de la oficina –quiero ser tu amigo, que confíes en mí y… no, no. Eso es muy endemodianamente cursi- me decía a mi mismo frente al espejo. Nunca podré olvidar tus ronquidos, cuando me invitabas a compartir cama contigo y yo me negaba, como te encantaba el helado de ron con pasa y yo lo comía solo por acompañarte –anda, como un poco, esta divino- lo odiaba, pero no podía negarme ante ti. Nunca olvidare el desorden de tu cabello cuando te despertabas en la mañana, nunca olvidare cuando me besaste aquella vez que fuimos a Ibiza por negocios. Estabas tan emocionada que apenas te bajaste del avión me diste un beso de esos de una sola vez en la vida. Esa noche también me hiciste el amor, borrachos uno mas que el otro no pude negarme esta vez- anda, solo una vez, vives negándote ante mi, ¿Qué puedes perder?- dijiste mientras metías tu mano debajo de mi pantalón, ¿cómo negarme? Al día siguiente me sentía triunfante, no pude evitar imaginarme un Yo triunfante entrando a la oficina – ¡Me tiré a la mami!- entres fanfarrias de tambor y pleitesías de mis compañeros de trabajo, pero no, nada de eso debía salir de ahí. Ella se iba a casar en menos de un mes, no podía arruinarle la vida –vamos, tenemos una reunión- dijo como si nada, como si lo de la noche anterior nunca hubiese pasado. Me sentí destruido, pero no di la más mínima muestra de dolor, no debías percibir nostalgia en mí.

El menos de un mes había pasado y yo estoy aquí, sentado en esta iglesia que tanto odio con otras trescientas personas de la oficina, escribiendo mientras el vicepresidente de la empresa espera tu llegada. Con este calor infernal doy mi vida a que te conozco más que ese sujeto de cara arrugada y nariz aplastada con quien te piensas casar, pero ¿qué puedo hacer yo? No puedo hacer nada. Ya todo está escrito. Apenas siento tu presencia en la puerta de la iglesia escucho de no se donde la melodía de la canción mas triste de mi vida, en mi mente los trescientos invitados me dicen lo imbecil que soy por dejarte ir. No puedo hacer nada pare evitar lo que viene a continuación. Tú aceptas más bella que nunca, hubiese dado todo en la vida por que fuesen mis labios y no los de Oliver los que te besan en tu boda. Pero no, ya todo esta hecho. A Ibiza en tu luna de miel, la Ibiza que me mostró como en una noche tu y yo pudimos ser felices. Aquella noche que me preguntaste que podía perder-pues lo perdí todo, perdí mis ilusiones, perdí la razón, te perdí a ti.

No hay comentarios: