23 ene 2011

El experimento de plantar la frente en una pared externa.

El experimento es simple: Imaginen una hormiga de la clase y color que prefieran. Imaginaria, se puede parecer a la hormiga atómica, o puede ser exactamente con la morfología correcta (ver imagen para ayuda) Mejor aún, imagínense que esta hormiga tiene sus cualidades, es de su estrato social y piensa como ustedes. En este caso, preservo la cualidad de marcar, y recorrer una y mil veces el mismo camino, por necesidad, o simple diversión.



Ahora imaginen todo el proceso de producción de una pared de 15 centímetros de espesor. Cualquier pared hecha al viejo estilo necesita varias capas y varios materiales. Los agregados de silicatos de aluminio hidratados, se extraen de un gran yacimiento, o una gran montaña, que es su otro nombre. Se procesa, y se coloca en un molde de 10 años de vida en promedio. El molde tiene diez canales por cada lado aprisionando la arcilla en sus 6 agujeros, que, la mayoría de las veces, seca perfectamente dejando a un lado los bloques, que, por un motivo, u otro, no quisieron compactarse como Dios manda, los rebeldes.

Los bloques son cargados. Muchos se despedazan en el proceso porque no aguantan el trajín, de aquí para allá, y ser transportados por manos torpes que desconocen al destinatario final. Pero, si se mentalizaran a ser suaves y amables con nuestros necesarios amigos de arcilla no habría necesidad de tal sacrificio, todos cumpliríamos nuestro papel y los verdugos quedarían en el olvido. Obviamente, las manos humanas son inhumanas. Son deformadas por los años y pierden ese cuidado, y percepción de fragilidad, dañándolos, como es claro. Los otros, que sobreviven, se secan en el proceso, y entonces tenemos los primeros 10 centímetros de nuestro trabajo.

Ahora. Por nosotros, otro par de montañas se sacrifica para hacer nuestra pared. Primero, necesitamos cemento, arena y piedra para nuestro concreto. Hágase el cemento, la arena y las piedras para nuestro pequeño experimento, esperanza de habitabilidad, y comodidad a costa de sacrificar uno entre tantos equilibrios.

El maestro albañil nace y se forma con experiencia sobre experiencia. Sobre cánones nunca escritos, consejos, y conocimiento heredado de tanto en tanto que mantienen cimientos desde Babilonia a Roma. De puentes de un soporte al Taipei 101. Siempre subestimado ante las habilidades que requieren más detalle, y nunca agraciado por una labor que complementa vidas y pasa desapercibida. El maestro albañil completa la mezcla con agua y mueve su muñeca con su instrumento, uniendo átomos con un conocimiento exacto de la temperatura y humedad necesaria para erigir una torre de ansiedad.

Adicionalmente, necesitamos yeso, papel lijante, y dos capas de pinturas que completan los 3 milímetros faltantes.



Planten la cabeza sobre la pared recién construida (para mejores resultados utilizar una pared que limite con el exterior)



Coloquen la alarma, y sueñen (la música es opcional)

La parte primordial del experimento se basa en que tomen el exoesqueleto de esa hormiga que deambula fuera del límite de sus pensamientos, para llevarlo hasta el más profundo.

El mundo se vuelve una pared y cada paisaje más allá de 100 cuerpos de distancia es un amanecer distinto y excitante. Planten la cabeza en la estela que deja nuestra compañera hormiga y tengan el sueño más placentero que puedan evocar, justo antes de rendirse cada noche. Sientan el calor, o el frio, que acumula esa pared externa cada día, y cada sol naciente desde que fue erigida para cada uno de Ustedes. Calienten, o enfríen, sus pensamientos según la necesidad y su estado de ánimo.

Piensen con calma, sin ninguna otra influencia que mi propia influencia.

Piensen con calma, sin ninguna otra influencia que tu propia influencia.

Piensen con calma, sin ninguna otra influencia que la música (opcional)

Piensen con calma, sin ninguna percepción del espacio o discusión metafísicamente incorrecta acerca de lo que separan 15 centímetros del interior.



Imaginen ahora que se adentra entre sus parpados, y recorre la frontera de su cráneo. Explorando lóbulos desconocidos, nunca excitados, materia nunca usada y pensamientos deshechos tiempo atrás. Lleguen hasta la compactadora (depende de la persona puede ser una caldera, o trituradora) de pensamientos olvidados, y recuerden el deseo más básico, acompañado de la emoción por conseguirlo. Busquen lo que han olvidado, lo que inspira en un acorde escondido cada vez más profundo hasta olvidarse

Testimonio:

“En el mar y un nuevo mundo de conexiones, actividades, objetivos, responsabilidades que ahogan la tercera esencia de este tiempo donde busco volver a nacer como un ser distinto que ya vivió estas experiencias. Inmutable ante el daño e incapaz de hacerlo, lucho por no perder mi esencia en estas horas que dejo atrás a la velocidad en que el aire deja de comportarse como aire”

...

“Intento volver, cuando ya es demasiado tarde. Demasiado profundo para ser guiada por el aroma del hogar, incapaz de retroceder con sólo recorrer el camino una vez sin la luz como guía. Estoy condenado en este sueño, con los parpados apuntalados, y la luz tenue de algún recuerdo que es llamado a conciencia para formar parte de el”

...

El experimento termina cuando una señal del mundo conocido, nuestra la alarma, extiende su onda hasta perturbarnos lo suficiente. La luz se abre camino hasta donde nuestra hormiga estuvo, el suficiente tiempo, para convertirse en hormiga reina, y aferrarse, con su colonia de trabajo esmerado, a lo importante en nuestras cabezas. Sin dejarlo a merced, de una compactadora, caldera, o trituradora de pensamientos viejos.

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